jueves, 17 de enero de 2013

2º ESO LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS Y JUANA DE ARCO


Introducción
Se da el nombre de Guerra de los Cien Años al largo conflicto que sostuvieron los reyes de Francia e Inglaterra entre 1337 y 1453. En realidad fue una extensa serie de choques militares y diplomáticos, caracterizada por breves campañas bélicas y largas treguas. No fue, por tanto, un estado de guerra permanente, aunque las prolongadas y frecuentes treguas se veían continuamente salpicadas de escaramuzas al estilo de la guerra de guerrillas, y las maniobras diplomáticas más tradicionales estaban al orden del día. Se inició en medio de condiciones feudales y por causa de un litigio típicamente feudal; y terminó en guerra entre dos países que se estaban convirtiendo rápidamente en naciones bajo la administración centralizada de sus respectivas monarquías.
El origen de la Guerra de los Cien Años
Sin embargo, las raíces de la Guerra de los Cien Años se remontan a la conquista del trono inglés por Guillermo el Conquistador en 1066. Como duque de Normandía, Guillermo -y, posteriormente, sus herederos- participaba tan activamente en la política feudal de Francia como en el gobierno de Inglaterra. Tanto económica como culturalmente, Inglaterra se había convertido en colonia de Normandía, y los intereses de los nuevos reyes "ingleses" seguían firmemente asentados en Francia.
Esta situación se acentuó a partir de 1154, al acceder al trono de Inglaterra Enrique de Anjou, fundador de la dinastía angevina o Plantagenet. En su condición de conde de Anjou, duque de Normandía y de Aquitania, y ahora, como Enrique II de Inglaterra, este monarca tenía un pie firmemente plantado a cada lado del Canal. Según los principios feudales, Enrique y, después de él, sus hijos Ricardo y Juan, eran vasallos de la monarquía francesa, que era el poder central; pero el enorme poderío derivado del dominio de las riquezas y de los recursos humanos de Inglaterra, hizo de los primeros Plantagenet todo menos vasallos sumisos del rey de Francia.



Juana de Arco (6 de enero de 1412 – 30 de mayo de 1431)1 , también conocida como la Doncella de Orléans (o, en francésla Pucelle), fue una heroína, militar y santafrancesa. Su festividad se conmemora el día del aniversario de su muerte, como es tradición en la Iglesia católica, el 30 de mayo.

Nacida en Domrémy, pequeño poblado situado en el departamento de los Vosgos en la región de la LorenaFrancia, ya con 17 años encabezó el ejército real francés. Convenció al rey Carlos VII de expulsar a los ingleses de Francia, y éste le dio autoridad sobre su ejército en el Sitio de Orleans, la batalla de Patay y otros enfrentamientos en 1429 y 1430. Estas campañas revitalizaron la facción de Carlos VII durante la Guerra de los Cien Años y permitieron la coronación del monarca.
Como recompensa, el rey eximió al pueblo natal de Juana de Domrémy del impuesto anual a la corona. Esta ley se mantuvo en vigor hasta hace aproximadamente cien años. Posteriormente fue capturada por los borgoñones y entregada a los ingleses. Los clérigos la condenaron por herejía y el duque Juan de Bedford la quemó viva en Ruan. La mayoría de los datos sobre su vida se basan en las actas de aquel proceso pero, en cierta forma, están desprovistos de crédito pues, según diversos testigos presenciales del juicio, fueron sometidos a multitud de correcciones por orden del obispo Cauchon, así como a la introducción de datos falsos. Entre estos testigos estaba el escribano oficial, designado sólo por Cauchon, quien afirma que en ocasiones había secretarios escondidos detrás de las cortinas de la sala esperando instrucciones para borrar o agregar datos a las actas.
Veinticinco años después de su condena, el Rey Carlos VII instigó a la Iglesia a que revisaran aquel juicio inquisitorial, dictaminando el Papa Nicolás V la inconveniencia de su reapertura en aquellos momentos, debido a los recientes éxitos militares de Francia sobre Inglaterra y a la posibilidad de que los ingleses lo tomaran, en aquellos delicados momentos, como una afrenta por parte de Roma. Por otro lado, la familia de Juana también reunió las pruebas necesarias para la revisión del juicio y se las envió al Papa, pero éste se negó definitivamente a reabrir el proceso.
A la muerte de Nicolás V, fue elegido papa el español Calixto III (Alfonso de Borja) el 8 de abril de 1456, y fue él quien dispuso que se reabriera el proceso. La inocencia de Juana fue reconocida ese mismo año en un proceso donde hubo numerosos testimonios y se declaró herejes a los jueces que la habían condenado. Finalmente, ya en el siglo XX, en 1909 fue beatificada y posteriormente declarada santa en 1920 por el Papa Benedicto XV. Ese mismo año fue declarada como la santa patrona de Francia.2

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